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¡ES LA GUERRA... de cifras de manifestantes!

Nuestra joven democracia ha enriquecido el acervo de tradiciones ibéricas como la Lotería de Navidad, las operaciones-salida del verano o los grandiosos “shares” de audiencia de los documentales de La 2 en horario de sobremesa. Ahora, toda manifestación que se precie debe generar una polémica entre las partes interesadas (normalmente, los organizadores de la manifestación y la autoridad competente de turno) sobre el número de personas que participaron en ellas. En ocasiones, la cifra de los organizadores es hasta ¡quince! veces superior a la proporcionada por las autoridades. Pero incluso éstas discrepan a veces, si pertenecen a diferentes partidos políticos, como sucedió en la manifestación de la Asociación de Víctimas del Terrorismo de 25 de noviembre de 2006: la Comunidad de Madrid (gobernada por el Partido Popular) calculó 1.300.000 participantes, mientras que la delegación del Gobierno informó de 129.000.

Todo lo anterior da pie a animadas tertulias en los más diversos ámbitos, y nos permite tanto constatar el rigor y ecuanimidad de los medios informativos como disfrutar de la florida retórica de los padres de ésta nuestra patria acusando al antagonista político de manipulador.

No obstante, resulta interesante ver hasta que punto el presunto destinatario de las cifras se implica en esta contienda numérica.  Indagando aleatoriamente la opinión de la ciudadanía de a pie, nos encontramos con un extendido escepticismo ante el fenómeno, considerado de forma genérica. Blanca no suele tomarse en serio las cifras más extremas y, a falta de un mejor criterio, recurre a calcular la media aritmética. Carmen también saca sus propias conclusiones, como cree que deberían hacer todos los ciudadanos, pues todos los implicados (gobierno, partidos políticos, medios de comunicación, etc) en una manifestación, en un sentido u otro, barren para su casa. Jenaro (es un seudónimo) tampoco se cree lo que dicen unos y otros, y María va más lejos y afirma que siempre mienten. A José Luis todo este tema ya le “huele” (no precisamente a desodorante), y le gustaría que, al menos, se usasen siempre los mismos criterios para calcular el número de participantes, en vez de usar distintos métodos según convenga.

Como se puede inducir, las cifras de manifestantes de otra y otra parte parece que sólo son aceptadas a pies juntillas por los incondicionales de sus respectivas causas. Y al final, puede que no le falte razón a Alberto, a quien todo este tema le parece una tontería; para él, cien mil personas ya son muchos participantes en una manifestación, y no entiende la propensión a hinchar las cifras. O, como diría Supemaño: “¿Pa qué tanto?”

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