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POLÍTICA, ESTRATEGIA, HISTORIA

En los meses previos a la invasión de Irak (cuyo cuarto aniversario se cumplió el mes pasado), sus apologistas apelaban cada dos por tres a aprender las lecciones de la historia para no repetir errores del pasado. Aparentemente, para esos apologistas la historia se reducía a la política de apaciguamiento de las democracias occidentales con Hitler en 1938, ya que repetían ese ejemplo una y otra vez (tal vez mencionasen algún otro, pero desde luego lo hicieron mucho menos).

En este contexto, tal vez no esté más recordar que el general George C. Marshall (jefe de estado mayor del Ejército norteamericano durante la Segunda Guerra Mundial) comentó una vez que uno no podía entender de estrategia sin haber leído a Tucidides. Y la gran obra de ese historiador griego está dedicada a la Guerra del Peloponeso, uno de cuyos episodios cruciales fue la expedición ateniense a Sicilia.


     George C. Marshall                         Tucídides
 

En el año 415 a.d.J.C. los atenienses se sentían muy satisfechos de su situación estratégica. Su archirival Esparta, incapaz de hacer valer su poderío bélico terrestre, acababa de firmar una paz en condiciones favorables para Atenas. Se presentó entonces la posibilidad de acudir en ayuda de las ciudades griegas pro-atenienses en Sicilia, y que “halcones” como el político Alcibíades veían también como una oportunidad para expandir el poder de Atenas hacia el Oeste. Los ciudadanos atenienses, olvidando los consejos del fallecido Perícles sobre no extender en exceso su imperio, apoyaron mayoritariamente la empresa. Sin embargo, otro líder ateniense y futuro comandante de la expedición, Nicias, no compartía ese optimismo y trató de disuadir a sus conciudadanos argumentando que la operación requería muchas más fuerzas de las asignadas inicialmente.

En febrero de 2003, el general Eric Shinseki, jefe del estado mayor del Ejército estadounidense, compareció ante el Congreso. Declaró que el cumplimento de los objetivos de la guerra con Irak establecidos por la administración Bush requerirían varios cientos de miles de soldados. Tal vez no hubiera ninguna intencionalidad política en las palabras de Shinseki, pero resultaría ingenuo pensar que el general no era consciente de que el ardor bélico de los congresistas podría atenuarse con una presentación realista de los costes. De ahí que las estimaciones de Shinseki fuesen objeto de desdeño y descalificación implacables por los “halcones” de la administración Bush, que finalmente lograron su propósito de invadir y ocupar Irak con un nivel de fuerzas que, a la postre, ha resultado insuficiente.

 

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 General Eric Shinseki
 

Veinticuatro siglos antes, la ciudadanía de Atenas aprobó el aumento de tropas solicitado por Nicias (para consternación de éste) y la expedición partió hacia Sicilia. El incremento del ejército expedicionario contribuyó a hacer aún más gravosa la hecatombe militar ateniense dos años más tarde, de la que la ciudad del Partenón nunca llegaría a recuperarse. En el año 404, Atenas capituló ante Esparta y sus aliados, lo que puso fin a la Guerra del Peloponeso.

Resulta muy tentador, a la hora de fundamentar decisiones políticas cruciales, buscar en el pasado analogías de situaciones actuales. Pero posiblemente la mejor lección (tal vez, la única) que nos enseña la historia es que ningún ejemplo de tiempos pretéritos puede sustituir a un análisis riguroso y desapasionado del presente.

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